O Aborto Não É um Crime

Cinequipa fue una cooperativa de cine experimental portuguesa fundada el diciembre de 1973 por un grupo de trabajadores televisivos del programa ENSAIO, que dejaron sus puestos de trabajo a causa de conflictos ideológicos con la patronal. Vetados de trabajar en televisión, formaron un colectivo independiente, que inicialmente se sostenía a través del trabajo publicitario. Operando durante los últimos años del régimen fascista portugués, evitaron el estatus formal de cooperativa (que era políticamente arriesgado) y en su lugar trabajaron de manera colaborativa bajo el nombre de Cinequipa – Grupo de Cine Experimental. 

Su trabajo estaba arraigado en la resistencia política, la ayuda mutua y el cine intervencionista. La Revolución de los Claveles de 1974 marcó un punto de inflexión: Cinequipa documentó el levantamiento en su película “Caminhos da Liberdade” (1974), capturando los hechos del 25 de abril al 1 de mayo. Políticamente alineados con la izquierda, propusieron proyectos audaces a la radiodifusión pública RTP, exponiendo la represión bajo el Estado Novo (policía secreta del PIDE, Legião Portuguesa), pero se enfrentaban a barreras institucionales. Sin disuasión, produjeron la serie “Ver e Pensar”, abordando la explotación juvenil, los problemas culturales y la brutalidad policial, con voces como el historiador Magalhães Godinho y el escritor Vasco de Magalhães Vilhena. Su trabajo más impactante, “Nome Mulher” (co-creado con la periodista Maria Antónia Paja y el cineasta António de Sousa), criticó la opresión de género en Portugal, mezclando la intervención sociopolítica con la pedagogía de base. El 1975-1976, Cinequipa se formalizó como cooperativa, construyendo un archivo cinematográfico centrado en las luchas de la clase trabajadora y el cine no manipulativo ("cine não manipulado"). Priorizaron dejar que las voces marginadas hablaran directamente, contraponiendo los monopolios de los medios estatales. A pesar del acceso limitado en la televisión, consiguieron contratos basados en series con el segundo canal de RTP, revisando temas sociales que no se habían abordado antes. 

Su legado reside en la fusión del cine militante con la educación popular, aunque su trayectoria posterior sigue poco explorada.

Cinequipa realizó un cine de intervención y de carácter pedagógico, con el objetivo de dar voz a perspectivas silenciadas. El grupo decidió organizarse como un colectivo de trabajo contrario a los esquemas habituales de producción, desarrollando una estructura y metodología propia. Aunque se describía como “una cooperativa absolutamente verticalizada”, esta expresión aludía a la integración de todos los oficios del audiovisual —cineastas, operadores de cámara, electricistas, montadores, entre otros— dentro de una misma estructura, más que a una jerarquía rígida. 

En la práctica, el trabajo se acompañaba de un fuerte espíritu de debate colectivo y reflexión compartida: cada acción desencadenaba una discusión. En sus producciones, se promovía la participación activa de los sujetos filmados, que eran escuchados sin mediación, en lo que el grupo denominaba un “cinema não manipulado”, que buscaba dejar hablar a las personas. Durante su actividad, la cooperativa se inclinó por firmar contratos en series de producciones para garantizar la calidad del trabajo y su incidencia en la sociedad, ya que concebían el cine como una herramienta de transformación social y un vehículo para la actividad política. Además apoyaron a otros colectivos de cine militante cediendo sus medios de producción, reforzando así su papel no solo como productora, sino como facilitadora dentro de una red colaborativa más amplia. De la misma manera, buscaban crear circuitos de proyección alternativos para llegar a un público más amplio. Desde su fundación, la cooperativa estuvo comprometida con la memoria colectiva y con la construcción de un archivo vivo de pensamiento popular.